Triptic. Una acción utópica en tres actos
Si algún interés puede tener en este momento la idea de una nueva utopía urbana es si pasamos a entenderla como un vector de transformación vinculado a la realidad; como una estrategia ideológica que nos creemos sólo a medias, pero que es capaz de insuflar energía a una situación concreta, y no como el estado final o el modelo estático al que debemos aproximarnos lo más posible. Para construir esta nueva noción de utopía es necesario traicionar al menos dos de las condiciones convencionales del término: la unicidad, la utopía como un horizonte único que descarta por si misma la existencia de otras utopías; y la totalidad, la utopía como una estructura ideológica que afecta a todos los aspectos de la realidad (urbana, en este caso). La nuestra es por tanto una utopía múltiple y parcial, un tríptico compuesto por tres escenas sucesivas, que exploran tres sueños imposibles sobre un fragmento de la realidad urbana de Madrid.
Aunque el fragmento elegido, el barrio de Maravillas, posee un protagonismo especial en Madrid, no es por ello por lo que lo hemos seleccionado como campo de pruebas para la utopía. Más bien porque éste ha sido, desde hace años, el lugar desde el cual nosotros hemos vivido Madrid, a ratos disfrutándolo y a ratos padeciéndolo. Intuimos que el punto de vista biográfico que nos aporta esta experiencia abre la puerta a una utopía comprometida con lo real, que se apoya en la capacidad evocadora y propositiva de la arquitectura, huyendo de un desarrollo meramente teórico o especulativo. Los tres sueños imposibles se materializan en tres sondas exploradoras muy precisas y con objetivos muy definidos: testear potenciales ocultos del barrio. El primer paso consiste en el desmantelamiento de la visión del barrio como un sólido macizo y compacto, indistinguible de otras tantas áreas urbanas de la ciudad histórica europea, para pasar a ser una estructura abierta, luminosa y palpitante, preparada para redescubrirse a través de transformaciones radicales. Esta mirada diferente, que nos descubre un entorno nuevo y familiar a la vez, se materializa en el levantamiento tridimensional del barrio de Maravillas y su entorno en una maqueta traslúcida, que permite que la luz atraviese los edificios convirtiéndolos en masas de energía pura en estado potencial.
UTOPÍA 1
Un nuevo tipo de espacio urbano, que conjuga la intensa densidad de actividades característica del centro de Madrid con una calidad física más suave y acogedora, se apropia de la calle San Bernardo. Este nuevo espacio se plasma en un tejido flexible, se despliega por el plano horizontal, colmándolo y trepando por los planos verticales de las fachadas hasta producir hitos tridimensionales, en forma de un sistema de torres que se superponen al tejido urbano existente, provocando un nuevo ritmo perceptivo al recorrido de la calle. El tejido se desdobla en diferentes capas que generan una nueva topografía de usos, lo que hace valorar las preexistencias más importantes de San Bernardo. El sueño de tener un gran bulevar en San Bernardo se materializa mediante un tejido “verde” y “blando”, mestizo entre lo natural y lo urbano, vibrante de vida y flexibilidad, y abierto a prácticamente cualquier uso que nos podamos imaginar. Un nuevo tipo de espacio público que sea capaz de sintetizar en el corazón mismo de Madrid, el sueño del hombre contemporáneo de vivir simultáneamente inmerso en lo natural y disfrutar de los placeres de la urbe moderna.
UTOPÍA 2
Imaginamos unos rascacielos horizontales que doten a la ciudad de los equipamientos necesarios en cada lugar, que saquen partido de su posición para acumular agua de lluvia, crear nubes, niebla, lluvia o nieve y que actúen como soporte de mecanismos de generación de energía. Dichas estructuras nacen de un conjunto de plazas que configuran un esponjamiento disperso y no jerárquico. La propuesta, además, persigue una nueva relación de la ciudad con su afuera: llevar a su corazón la posibilidad de disfrutar del espectáculo maravilloso y siempre cambiante del cielo y los ciclos de naturaleza, enlazar lo local y lo territorial. Y, haciéndolo, abrir la ciudad a sí misma: ver la propia ciudad desde un nuevo punto de vista nos permite reconocerla y reconocernos como parte de ella, generando sentimientos de pertenencia y, ¿por qué no?, ciudadanía. Y arriba: pasear a 50 metros de altura, asomarse a la Gran Vía, bañarse en una piscina climatizada, acercarse a su borde y contemplar la ciudad a los pies, cenar en la plaza del Dos de Mayo disfrutando de una puesta de sol o desayunar viendo amanecer, patinar por encima de la cúpula del convento de las Comendadoras, hacer puenting en la plaza de la Luna, ir de Hortaleza a San Bernardo sin sufrir un solo coche ni esquivar un solo bolardo… ¿Acaso pedimos demasiado?
UTOPÍA 3
¿Y si las calles del barrio de Maravillas, siempre demasiado estrechas y atestadas de actividad, se metamorfosearan en un inmenso vacío común en el que pudieran encontrar su propio sitio todos los habitantes del barrio? ¿Y si las masas edificadas que desaparezcan con la operación se transmutaran en moles verticales que emerjan en los bordes del nuevo espacio, configurando un nuevo perfil entre lo geológico y lo urbano?
Desde el escenario que hemos creado, se abre una visión para el centro de Madrid: un espacio público de escala territorial, amalgama de naturaleza e intensidad urbana, un gran vacío que ensancha la percepción del paisaje urbano madrileño, provocando una parada, un momento de discontinuidad y, paradójicamente, abriendo la posibilidad de la densidad máxima: tres nuevas atalayas que se levanten en el horizonte madrileño, tres posibilidades para ampliar la visión de la ciudad sobre sí misma, y para dotar al centro de Madrid de un skyline rico y exuberante. Todo Madrid ha ganado un nuevo espacio público que alterará el equilibrio de espacios libres del centro de la ciudad, y los habitantes del barrio pasaremos a disfrutar de uno de los modos más atractivos y deseados de vivir la ciudad: en altura, al borde de un gran espacio libre.
CONCLUSIONES
La única utopía que nos interesa es aquella que es capaz de incorporar el mundo de lo real, para luego transformarlo. La que cristaliza en método de trabajo y estrategia, y no en estructura ideológica. Aquella, en definitiva, que sabemos que puede ser abandonada, antes o después, para adoptar una nueva utopía.